Cuando Julio Argentino Roca nació en la entonces lejana San Miguel de Tucumán, el país era un desierto donde se levantaban algunas ciudades de cierta
importancia, dispersos caseríos de escaso número de habitantes e inhóspitas pulperías que daban descanso a los viajeros que transitaban por el tortuoso camino todavía denominado Real.
Luego vino una carrera militar descollante que lo convirtió en el general
más joven de su tiempo, lo elevó al ministerio de Guerra y Marina y lo llevó
a encabezar la Expedición al Desierto cuyo corolario fue incorporar 15.000
leguas de fértiles tierras para el desarrollo del país. Esa campaña fue la puerta de su primer mandato presidencial y de su acción política posterior, que le devolvió la primera magistratura en 1898. Por el volumen de cambios que
impulsó, se le ha dado el título de constructor de la Argentina moderna.