Traducción de Marcelo Zabaloy, con la colaboración de Edgardo Russo.
"El método de composición de Joyce siempre me pareció más de poeta que de prosista. Sus palabras estaban ya en su mente antes de encontrar la forma definitiva en el papel. Constante e infatigable, perseguía la solución de algún problema de correspondencia homérica, o de expresión técnica, o algún rasgo de carácter de Bloom o cualquier otro personaje del Ulises. O necesitaba algún hecho fisiológico que le diera la clave de alguna parte de su épica del cuerpo humano. Estaba permanentemente mirando o escuchando, en busca de un hecho o una palabra, y creía muchísimo en su suerte. Lo que necesitaba vendría a él. Lo que recogía le sería útil en el momento y el lugar adecuados. Y como en cierto sentido el tema del Ulises es la vida en su totalidad, la variedad de materiales que necesitaba para construirlo era infinita. No estaba escribiendo el Ulises en Dublín en 1904, pero lo que veía o escuchaba en Zúrich en 1919 le servía igualmente, ya que las formas de la vida permanecen constantes, sólo cambian la ropa y las costumbres."
(Frank Budgen)
"La nueva aproximación a una obra maestra invita -en homenaje a los prolongados esfuerzos del traductor- a un juicio lento, decantado. El enfoque verbal de Zabaloy, que el lector agradece de manera intuitiva, permite un acceso inmediato al formidable laberinto de múltiples entradas por el que deriva Leopold Bloom durante aquel 16 de junio de 1904, fecha de la acción. Basta, para comenzar, celebrar alguno de sus hallazgos. ¿Un ejemplo? El final del primer episodio, cuando Stephen Dedalus abandona la torre Martello y una voz 'dulcítona y sostenida' (sweettoned es el neologismo ideado por Joyce) parece llamarlo desde el mar."
(Pedro B. Rey)