Como en la canción de n Redding, un hombre se retira a la bahía para leer y respirar a prisa marina. Desde ahí revisa una serie de historias y sucesos Lu pregunta por el padre y por el hijo, a partir del encuentro con un viejo inmigrante; un duelo entre un escritor anaquista y un autor escapista; una profunda reflexión sobre los lenguajes codificados: el de la burocracia estatal, el del hampa, el del poema.
Parece haber un parentesco entre el lenguaje oscuro y cifrado del poder y el lenguaje del poema. El poema es estallido, es el vortex poundeano, es la concentración de energía, la olla a presión, o esa serena potencia interior del haiku, como ocurre, por ejemplo, en el momento en que una vendedora de Patronato le pone una bufanda de cachemira al protagonista, una escena de una sensualidad tan elegante y honda como el mar, las gaviotas y el viento que se convierten en un bálsamo, un refugio donde las heridas sociales parecen, al menos por un momento, cicatrizar.