Que Haroldo Conti no haya sido un cuentista prolífico lo sitúa fuera del rendimiento por
cantidad que suele darles a algunos escritores una valoración fabril. Entre sus cuentos hay aire
que corre, pausas prolongadas, espera. Son los intermezzos del andar para ver y detenerse
para contar, momentos de recolección selectiva y acarreo de la literatura de la vida, y de la
que su padre viajante de comercio y cuentero es la inspiración afectiva.