¿Quién podría decir con certeza dónde empieza o termina el mar? Eso no quita que podamos hacer la experiencia de zambullirnos en sus aguas. Incluso a veces para decir "esto no es el mar" y seguir buscándolo. O tal vez, aun teniéndolo frente a nosotros fulgurante -y es en ese fulgor que el poeta lo hace Ella, La mar...- decir sin saber "Ayúdame a mirar", a algún otro a la altura. Orillas donde el sentido desfallece, tropieza, se diluye, se encalla, rompe en mil espumas y el silencio hace sonar el goce de Mengua.
Evocamos ese silencio y su presencia en la H de nuestro título. Referencia inequívoca a lo Hétero como eso mudo que bajo el cobijo equívoco de femenino, resulta lo irreductible de un modo de pensar el goce para hombres y mujeres. Desde el título entonces y en un amplio abanico de propuestas y estilos, cada uno de los textos aporta un trazo singular a estas perspectivas: lo femenino y su indecible; las mujeres y lo femenino; lo que de ellas confronta tanto con los hombres como con ellas mismas; los hombres y las mujeres en tanto heleros; lo etéreo -inestable a veces, fluido otras, extraviado incluso- que conllevan desde siempre y con renovada actualidad ciertas referencias a las mujeres -sus cuerpos, sus pensamientos-, contrastado con esa H muda, nada etérea, del goce.