Los buenos libros -y creo que el que aquí presento lo es- merecen buenos lectores. Entiendo que buenos lectores son aquellos que, escapando al rol de receptores pasivos, se comprometen críticamente con el texto, se apoderan del mismo, aportan interpretaciones e inquietudes y, en cierto modo, pasan a ser un autor más del libro que se lee. Un lector-autor que no sólo tiene "la última palabra" al momento de otorgar sentido a lo leído, sino también la potestad de suponer que el punto final se convierte en dos puntos, habilitando imaginar nuevos desarrollos o capítulos. A ese anónimo y colectivo lector comprometido que, eventualmente, podrá agregar lo suyo a lo escrito en los doce ensayos firmados que conforman el libro, dirijo estas líneas. Muy breves, porque no se trata de alargarlo sino prologarlo.
Desde la situación de un lector al que se le ha concedido el inesperado privilegio de colocar algunas palabras en las primeras páginas del libro, quiero compartir una inquietud que sirve tanto de "clave de lectura" como de "programa de investigación". ¿Qué indican e implican, en términos continentales, la revolución bolivariana y el llamamiento a construir el socialismo del siglo XXI? No lo pregunto con el ánimo de encontrar allí un "modelo". Creo, sí, que todas las experiencias teóricas y prácticas apuntadas a la construcción de poder popular y a impulsar el socialismo "desde abajo" pueden ser provechosamente reconsideradas aprovechando las luces y las sombras que irradia esa fenomenal batalla, aún en curso y con final abierto. Sin minimizar las inmensas diferencias y desigualdades que registra la cartografía del cambio en Nuestra América, pienso que nos es común el reto de fecundar la dimensión defensiva y reivindicativa de las luchas populares con una perspectiva emancipatoria.
Ante la crisis estructural del capital, que es también crisis civilizatoria, debemos construir respuestas no-capitalistas. Desde nuestras coordenadas, en tiempo y espacio, debemos pensar la "actualidad de la revolución" (¡y de la contra-revolución!), desarrollando una "teoría de la transición", abierta a ensayos y rectificaciones. La historia y la vida misma nos imponen desafiar el (des)orden del capital intentando avanzar aunque sea los rudimentos de un nuevo metabolismo económico-social, sin esperar a que esté definido el "tempo" y la forma precisa en que se planteará la ineludible "cuestión del poder". De igual modo, debemos saber que la necesaria lucha por la expropiación del gran capital, no reemplaza ni constituye el único terreno en que debe combatirse la división social jerárquica del trabajo y el paradigma productivo-tecnológico-cultural del capitalismo. Queremos terminar con la explotación del hombre por el hombre, pero también con la agresión a la naturaleza, construyendo relaciones sociales en ruptura con el patriarcalismo, la alienación y los fetiches del capital. ¿Por dónde empezar? ¿Qué es lo determinante?
¿Cuál "sujeto" sociopolítico? No existen respuestas a priori: las respuestas correctas deberán ser "fabricadas", atendiendo a las contradicciones del conjunto del sistema, el desplazamiento de sus crisis y los vaivenes de la lucha de clases. Según David Harvey, "podemos empezar por cualquier parte y en cualquier momento y lugar, ¡con tal de no permanecer en el mismo punto donde comenzamos! La revolución tiene que ser un movimiento en todos los sentidos de esa palabra. Si no podemos movernos en y a través de las distintas esferas, en último término no iremos a ningún sitio".
La revolución tiene que ser un movimiento en todos los sentidos de esa palabra. Encuentro en la lectura de este libro una confirmación de tal sentencia.
(Del Prólogo de Aldo Casas)