"Vivir, viajar y escribir son tres caras de una experiencia única y no existen fronteras entre éstas, porque vivir es, a fin de cuentas, desplazarse en clave literaria", dice la autora cuando comienza su recorrido en el Monasterio Armenio Mekhitarista de San Lázaro, Venecia. Desde ahí traza su ruta en busca del libro -en tanto objeto- como una representación concreta de la suerte de pueblos que sobreviven a invasiones, diásporas y genocidios.
Para María Inés Taulis, "la realidad es como el agua. No tiene forma propia hasta que se le obliga a entrar en algún recipiente. Tal como lo podría hacer cualquier pensamiento o idea al contenerlo una ideología, un prejuicio, un deseo, una frontera. Hay quienes solo verán el recipiente y otros que querrán ver el agua". Al escudriñar con sus crónicas en clave histórica, filosófica y poética el interior de las formas, se evidencia el contenido, que no es sino resistencia: "Con el libro, un pueblo condenado a la desaparición, logra sobrevivir, salvar el mundo propio. Quienes ordenan destruir los libros, los biblioclastas, saben muy bien la importancia que éstos tienen. Si no se borran de la memoria colectiva junto con la eliminación del enemigo, la guerra queda incompleta, porque su permanencia permite preservar los principales elementos de identidad".
Esta es, a primera vista, una crónica de viajes en el tiempo y a través de las distancias. El recorrido físico nos lleva desde Buenos Aires a Venecia, de Tesalónica a Estambul, de Santiago a Erevan, de Beirut a Jerusalén. Pero del mismo modo en que la narración traspone fronteras y territorios, lo hace de siglo en siglo y de civilización en civilización.
