Este libro de Osvaldo Aguirre es una maravilla. La vanguardia perdida se hace cargo del humor gráfico argentino disidente publicado en tres medios ejemplares y distintos (4 patas, Gregorio y la Hipotenusa) a lo largo de gran parte de la década de 1960. Con respecto al título, es efectivo y no miente: aunque podría convocar diferentes equívocos, como suele suceder. Esta ola de humor bien calificada de vanguardia nada tiene de epigonal ni de mera adecuación a un modelo externo: es una respuesta puntual, la expansión creativa de innovación y ruptura que generan cabezas libres, sensibles y pensantes en una situación general de crisis.
Pero no solo la idea de vanguardia, sino también la adjetivación que la da por perdida admite o requiere, también, salvedades. En principio una vanguardia perdida es, militar e incluso políticamente hablando, una vanguardia extraviada, que se extravió a sí misma, perdió referencias llevada por su propio impulso. Pero existe un uso del adjetivo perdida cuando se aplica a las oportunidades, a las aptitudes, incluso a la memoria: en esos casos nos referimos a la pérdida, no al extravío. En este sentido, "la vanguardia perdida" no sería la que se extravió por propia dinámica de ruptura, sino la que la historia o la memoria colectiva posterior dejó de lado, omitió a la hora del inventario y el dibujo de los procesos.
Quiero decir: este libro recupera un eslabón necesario en la rica historia del humor gráfico y la creatividad argentinas. Y sobre todo recupera nombres y figuras ejemplares.
Juan Sasturain
