Este es un diario personal, al que se han enganchado historias de vida, de personas que encontré en el camino. Mis días en Rusia estuvieron cohesionados por este hilo rojo que fue entrevistar a gente anciana, sobrevivientes del Sitio de Leningrado y combatientes del frente ruso en la Segunda Guerra Mundial. Me interesaba llegar al nadir del siglo para entender lo que estuvo en juego, el arrasamiento de ese sujeto población. Quise saber cuáles habían sido los límites de la entereza en tales circunstancias, qué quedaba de las calidades éticas y físicas en la prueba de vida de esas personas.
Los poetas Alexander Pushkin, Marina Tsvietáieva, Nikolai Kliuev, Ana Ajmátova, Alexander Blok, el compositor Vladimir Shostakovich, el director teatral Vsievólod Meyerhold, mantuvieron integridad de criterio, integridad para juzgar y obrar como artistas en la circunstancia que les tocó vivir. Visité sus casas, las más acogedoras de Rusia.
Sin el orden creado por Lenin no habrían sido posibles, ni comprenderíamos, los modelos alternativos suscitados tras él, de dictaduras amigas/enemigas: Stalin, Mussolini, Hitler, que recorren y caracterizan el siglo XX, que ha de llamarse "el siglo ruso", en tanto la alternativa soviética resultó un desafío insoslayable para las democracias parlamentarias, la división de poderes, las garantías ciudadanas, la economía de mercado, la iniciativa privada, la lucha por la libre expresión.
Cada libro que compongo me cambia. Me saca de mí e impide que siga siendo el mismo. Paso, a través de mi experiencia personal de la Rusia del siglo XXI, a través de la investigación histórica del siglo XX, hacia una transformación de los horizontes dentro de los cuales experimentamos y juzgamos nuestro presente. Reconstruir cierta experiencia es un juego de verdad y de arquitectura, de narración y de evidencia. El método no es otra cosa que el propio trayecto. Este libro es también una invitación a quienes quieran introducirse en la lectura de Las noches rusas, para hacer posible una transformación que no sea meramente la mía.
(Roberto Echavarren)