Este importante estudio nos ofrece una nueva lente sobre el campo de la violencia y el crimen en Medellín y de los órdenes asociados a ellos. Explora las interfaces entre la violencia homicida, la seguridad y la regulación en la ciudad. En particular, analiza las reglas informales y las normas los actores ilegales, para permitir la acumulación y la depredación en un contexto donde el Estado tiene solo una autoridad limitada. Dávila resume los órdenes que emergen como: «órdenes amalgamados espontáneos». El punto importante acerca de estos órdenes, y con el cual estoy totalmente de acuerdo, es que son procesos y procesos contingentes. Estas no son relaciones de poder preestablecidas, fijas ni estables; sino todo lo contrario. La violencia incrustada en ellos construye, pero potencialmente también destruye o hace mutar estos órdenes, a través del salvajismo intrínseco por la lucha para construirlos y preservarlos. Sin embargo, son órdenes. Las normas de vivir se fomentan dentro de ellos. Y los ciudadanos se ven obligados a ajustarse a ellas. La formulación de los procesos y los órdenes amalgamados de Dávila ofrece otra perspectiva sobre lo que se ha llamado «gobernanza criminal». El desafío para el investigador es comprender las contingencias que importan en su formación, y que explican sus formas diferenciales en toda la ciudad.
