Resulta imprescindible -tal como lo advirtieran figuras de la talla de Antonio Gramsci y Ernesto "Che" Guevara- establecer un nuevo orden social global, positivamente sustentable e históricamente viable, que sepulte en el pasado los antagonismos sistémicos surgidos de la naturaleza incorregible del control sociorreproductivo del capital, efecto insuperable del desarrollo imperialista monopólico encabezado hoy por los Estados Unidos que, en su irrefrenable apetito de dominación, arriesga la destrucción de la humanidad. El texto de Mészáros, junto con advertir acerca del peligro que significa la pretensión capitalista de eternizar su sistema, señala la necesidad de preservar la conciencia que tiene el pueblo sobre la importancia vital de su tiempo histórico, conciencia amenazada por las tendencias destructivas de desarrollo que intentan convencernos de la dimensión unilateral del tiempo como ese orden natural de un "eterno presente" según el cual "no hay alternativa" al modelo de capitalismo avanzado. El único tiempo existente para el capital es el tiempo de trabajo explotable que resulta en la degradación incesante del hombre. A la práctica carente de planificación propia del sistema, al despilfarro y la destrucción, al parasitismo financiero, el pensador húngaro contrapone el surgimiento de una nueva fuerza material cuya planificación social abarcante se traduzca en una revolución que se convierta en "históricamente irreversible" como camino de supervivencia, no solo de la propia naturaleza y de los valores fundamentales, sino de la humanidad misma.
