Walter Benjamin fue un apasionado amante de los libros. Le proporcionaron estabilidad en un mundo que le fue cada vez más hostil. En 1931, tras su separación matrimonial, abandonó su hogar para establecer su residencia la calle Prinzregentenstraße, su último domicilio en Berlín antes del ascenso del nazismo, su exilio y suicidio en Portbou. En aquella morada berlinesa desembalará todas sus pertenencias, incluida una fascinante biblioteca que se ha estimado en más de dos mil títulos. Allí precisamente, escribió Desempaco mi biblioteca. Un discurso sobre el arte de coleccionar, uno de los textos incluidos en este libro. Meses después, publica otro breve ensayo de similar soplo y espíritu: Para coleccionistas pobres. Ambos escritos los atraviesa un cálido tono autobiográfico que rinde tributo a sus búsquedas y encuentros con los libros, a las bibliotecas personales como lugares de memoria y a su propia condición de verdadero coleccionista, aquel que al adquirir un libro antiguo «renace». Como plantea en su prefacio el destacado Prof. de filosofía Mauricio Mancilla -quien además tradujo estos ensayos para Ediciones UACh-, los textos de Benjamin examinan la naturaleza del coleccionismo como pasión y condición espiritual, explorando la relación mística que establece un auténtico bibliófilo con sus posesiones.
